Trece voces de poetas jóvenes son recogidas y agrupadas en esta muestra de poesía que, bajo el título En el claro del canto se anuncia el amanecer, publicó en 2014 el Movimiento Cultural “Leonel Rugama” (MCRL), con el auspicio del Instituto Nicaragüense de Cultura. No es extraño pues que, vinculados al MCLR, estos poetas al mismo tiempo se dediquen a otras disciplinas como el teatro, la pintura, la música, etc.
Para presentar esta muestra, me acercaré a lo que para mí son las tres tendencias o vertientes que encuentro más evidentes en los poemas incluidos. Así que he ordenado mis notas en dos apartados breves, el primero lo he titulado “Tres tendencias” y el otro “Tres posibles retos”, en éste último expreso mi opinión sobre las rutas de búsqueda que pueden ser potenciadas por los autores en su devenir como artistas de la palabra escrita.
Tres tendencias
Espontaneidad expresiva
Es saludable leer poemas que, sin estar obsesionados por cumplir con ningún canon, broten, salten en la página como pequeños seres vivientes contando con sencillez su verdad. Podemos indicar que todos los autores incorporados en la muestra conservan cierta vitalidad expresiva, desprejuiciada de cualquier criterio rígido de creación literaria, como hemos sugerido ya. Los tonos de las voces que hablan en estos textos son transparentes, conectados generalmente con una emoción íntima que se nos enseña desnuda, sin aspavientos, libre, fresca.
Nos dice Raduan Bermúdez: “Hoy aquí siempre de pie / en otras condiciones, / haber estado y saber / que has sufrido por mis acciones / es dimensionar que me amaste”.
El poema se convierte en confesión de parte, en declaración anímica. José Antonio Bermúdez por su cuenta escribe: “…cuando tenía sus manos / tenía las estrellas de cerca; / qué hago con estas ganas de ahogarme en vos? / de embriagar el alma sobre tus besos y tus pechos”.
Estamos ante un lirismo diáfano, sin pretensiones, humano ante todo. El poeta se conoce a sí mismo en soledad y en soledad enfrenta sus monstruos, fantasmas y fantasías, por lo que el lenguaje espontáneamente eclosiona, sale a la luz y cumple su misión: ser espejo real de lo vivido y lo sentido.
Yurisha Ester Hidalgo, nos hace conjugar su exploración de la relación entre el cuerpo como espacio personal y el tiempo que transcurre. Con esmerada fluidez nos confiesa: “La aguja del reloj despertó / y despertó temblando mi cuerpo / desnudo, sin voz, sin miedo / del sitio de un séptimo sueño”.
La espontaneidad expresiva alcanza niveles de goce estético en estos juegos metafóricos que consigue formular Roniel Lara Castro: “la claridad de ciertas noches / resulta un halo pretencioso / a mi cabeza que deja caer el cielo / así grandes gotas luminosas / quemándose a dentellas / en una mandíbula trabada de fuego. / …para mis duelos convertidos en un perro lloroso”.
Leonel Granados nos aporta metáforas aún más arriesgadas: “el áspero camino me envuelve en su sequedad / monstruos de hojalata se tragan viva a la humanidad / en su vomitar encuentra paz en sus entrañas / gigantes, armatostes con ojos / en todas partes”.
Cotidianeidad y mirada social
Es propio de cierto hilo de la tradición literaria en Nicaragua construir la poética de lo cotidiano y en esta muestra hallamos evidentemente referentes a la realidad personal y colectiva.
Con una llaneza admirable y demoledora, Uriel Antonio Molina nos regala esta postal: “Gente me agrede / ignora, ofende, grita / ¡hijo de puta! / ¡muerto de hambre! / por tal motivo abandoné voluntariamente la morgue / por ser un dormitorio aburrido”. El sujeto se sabe dentro de la colectividad y se da derecho a la rabia. No es el discurso de clases, es el sujeto gestionando los improperios del prójimo en su día a día.
Daniel Orozco Castellón, en cambio, postula la mirada social desde la denuncia: “Un sucio colchón en retiro, / el frío que cala en los huesos, / allí el rincón del olvido, / un niño, con hambre y enfermo. / Solo”.
Anhelo y trascendencia
Encuentro algún tipo de divinización de la palabra en no pocos textos de esta muestra. La poesía se asume como un camino de trascendencia o, al menos, de anhelo. Recuerdo esa noción tan difundida de Pierre Reverdy que considera a la poesía como un instinto que oscila entre el reptar y el volar, al poeta según este autor francés le toca levantarse por encima de su condición terrenal.
En un poema de Carlos Alemán Rivas, encontramos esta divinización de la pasión humana: “déjame penetrar en tu nombre / como penetra la luz en la oscuridad. / ¡Es hora del placer! / El campo posa / y nos convida a vivir angélicos placeres”.
Este instinto de trascendencia se registra desde la conexión simbólica con la naturaleza. Se idealizan las referencias naturales como armonía interior de quien escribe. En tal sentido, la poesía aquí seleccionada de Pentalpha Montenegro es elocuente: “esperando un deslumbre que pueda destellar, / el aire sigue tan fresco como el mar, / tan delicado como una flor y tan fresco como la nieve polar, / desde lejos observo el canto de los árboles / tocando una melodía al ritmo de los aires”. Poesía que contempla y quiere trascender, rebasar el yo lírico hacia una unidad con lo natural, con el instante de la contemplación. El mismo Pentalpha Montenegro declara en otra parte: “Por la noche miro pasar frescuras sin cesar, / recibiendo el leve toque del viento nocturnal”.
También hay este mismo anhelo de trascendencia planteado desde los poderes poéticos de la imaginación. Aparece así lo cósmico, lo celestial, lo cuántico, la locura misma. Roberto Loáisiga logra con mucha destreza verbal este epigrama: “Sustituiré las estrellas por ventanas. / Y así, cuando alguien venga / para quitarme el derecho a pensar, saltaré por la ventana / y entonces, / entre el abrir y cerrar de ojos / estaré pensando en otra galaxia”.
David García González, por su parte, recurre a la mariposa como arquetipo de los procesos de transformación y trascendencia, pero lo mezcla con inesperado pesimismo: “No vueles ya mariposa sobre la rosa imposible, / son tus intentos banales y tu ilusión contingible / y sobre el azul de su cielo nunca podrías volar, / deja tus vuelos innatos sobre el efímero instante”.
Trascender implica reconocer los límites propios. Más contundente en este sentido es esta frase de Alexander Zosa Cano, donde la condición humana es aceptada como ciclo natural: “El hombre muere para vivir en los minerales; resucita todas las tardes, cuando emerge de los orificios de la tierra”.
Tres posibles retos
En esta selección poética, cada una de las tendencias de las que he intentado dar evidencia, nos lleva a valorar qué posibles retos podrían asumir estos trece autores en sus procesos de creación, con la idea de convertir a la propia muestra en una línea de base o punto de partida hacia la evolución que es posible vivenciar en términos de estilo, hacia la ampliación de búsquedas individuales como poetas.
Con relación a la espontaneidad expresiva, debo reconocer que esa naturalidad, al final del día, puede ser entendida como un tesoro que hay que cultivar. ¿Cuántos poetas hemos visto que se van secando en su caminar, van perdiendo poco a poco esa frescura inicial de su poesía, ese gesto sanamente impulsivo? El reto consiste entonces, para este punto, en mantener el compromiso con la libertad expresiva tanto de emociones como de pensamientos, no dejarse doblegar por estructuras rígidas y ejercitar la flexibilidad en el uso de las palabras. En ese mismo aspecto podemos invitar a que la flexibilidad abogue por una apertura al diálogo e interacción entre las distintas disciplinas artísticas que estos trece autores ya están ejecutando.
En cuanto a la cotidianeidad y las miradas de lo social, quiero atreverme a advertir a estos autores que lo social no muere con lo ideológico, lo social es puro movimiento permanente y la poesía, si así queremos, puede convertirse en un espacio de encuentro de las contradicciones de la sociedad en que vivimos, pero sin necesidad de “hablar por los excluidos” o, en el peor de los casos, reproducir el clásico despojo del discurso vital del oprimido por la clase letrada. Hay que tener coraje para reconocer qué hay del sistema social que nos molesta dentro de nosotros mismos. No todo poeta ha de ser profeta, pero si es esa la ruta que se elige es de mucha relevancia mirar en perspectiva, ver el panorama en conjunto y, el reto mayor, crear algo estéticamente sublime desde la exposición de la realidad y sus injusticias. Magisterio y refugio para esta tendencia es la obra de César Vallejo o Federico García Lorca, por ejemplo.
Por último, cuando abordamos la tendencia clara de tomar a la poesía como peregrinaje hacia el anhelo interior y la trascendencia, conviene en algún momento vivir el proceso de escritura como el esfuerzo constante, a veces frustrado y a veces glorioso, de pacificar la relación entre el animal salvaje que llevamos dentro y nuestra propia supuesta divinidad. En el taoísmo se afirma que el ser humano es un guión entre el cielo y la tierra, el equilibro sólo nace de ese hipotético arte de balancear los opuestos. Una luz en el camino puede ser la poesía creacionista de Vicente Huidobro, para quien los poetas éramos pequeños dioses encadenados a un cuerpo terrenal.
Quiero concluir mis notas celebrando enérgicamente la emergencia de estos trece autores, reunidos en esta ocasión en una selección poética que ya da señales de la fuerza expresiva y la sensibilidad estética de la que son capaces.
* Texto leído el 11/03/2015
en la presentación de En el claro del canto se anuncia el amanecer (2014),
en el auditorio del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra de Managua.